La crisis del Coronavirus ha venido para quedarse, pero al mismo tiempo genera una gran oportunidad. El parón de la Semana Santa nos ayuda a recordar de dónde venimos y genera tiempo para pensar en a dónde queremos ir. En este sentido, la afirmación de los Secretarios Judiciales, en pleno Siglo XXI, de que ahora mismo resulta imposible el recuento preciso de las defunciones por parte del Ministerio de Justicia, canalizado a través de 436 Registros Civiles y 7.667 Juzgados de Paz, nos pone sobre la pista del tipo de Administración que tenemos por lo que creo que muchos coincidiremos en que el Estado tal y como está configurado desde la Transición no funciona ya como debería de funcionar y que antes de aportar soluciones a la ciudadanía, constituye un freno más o menos severo al desarrollo por el que lucha la sociedad civil en su conjunto.
Sanitariamente hablando, otro botón de muestra lo encontramos en que, a pesar de los tres meses transcurridos desde el inicio de la crisis por el coronavirus, en España carecemos de la imprescindible encuesta seroepidemiológica que nos revele el porcentaje real de la población que ha pasado la enfermedad y que, por tanto, está ya protegido. Si se hubiera realizado ya esa macroencuesta a través de test fiables (seguimos desconociendo si los tenemos ya y quienes han sido los proveedores tanto de los malos como de los buenos porque parece ser que hay comisiones socialistas de por medio) podríamos saber si esa tasa de contagio es muy elevada (muchos avanzan que el número de contagiados en España, a día de hoy, oscila entre los 7 y los 10 millones de personas) y prospectar entonces la edad y condición de esas personas (que podrían coincidir en gran parte con la población activa) con lo que levantar el confinamiento sería viable a muy corto plazo atendido que estamos en un escenario en el que, querámoslo o no y más pronto que tarde, el coronavirus va a alcanzar a toda la población española porque se trata de un virus muy infeccioso y que se difunde a gran velocidad por los distintos países independientemente de que estén en invierno, en primavera o en verano. Sin esa encuesta seroepidemiológica, el Desgobierno Progresista no hace sino avanzar en su negligente improvisación, confinando a todo un país anticonstitucionalmente con la técnica del avestruz.
Como ya hemos comentado en artículos anteriores, a la Crisis Sanitaria le sucederá una fuerte Crisis Económica que se traducirá en una gran Crisis de Deuda Pública y la única solución a corto plazo, vía nuevas elecciones, es desescalar el Estado. Necesitamos buenos gestores y no políticos mitineros que no saben de la misa la media. Tenemos que desescalar todo el aparato del Estado reduciéndolo al mínimo operativo posible confiando todos los servicios públicos no estratégicos (éstos quedarán centralizados) a la iniciativa privada que los gestionará mejor y más eficientemente generando nuevos y mayores ingresos públicos, mientras ese Estado reducido se concentra, por una parte, en eliminar todo el gasto improductivo y en atacar la Deuda Pública y, por otra, en facilitar una bajada de impuestos que, al tiempo, inyecte dinero tanto a la sociedad civil (aumentará la demanda) como al sector productivo (mejorará la oferta) lo que sin duda nos volverá más competitivos y más atractivos exteriormente (mejorando nuestras balanzas). Para cerrar ese círculo virtuoso necesitaremos de una reforma política audaz que devuelva la democracia a la ciudadanía: fuera listas cerradas, fuera Ley D`Hont, fuera cuotas territoriales, fuera barreras y prebendas, voto igual y directo. Con estos pequeños movimientos, que una vez iniciados serán apoyados por una mayoría trabajadora que aspira a vivir mejor y a que su esfuerzo personal sea proporcionalmente recompensado, España pegará un cambio a mejor de proporciones desconocidas hasta el momento. Sólo tenemos que querer.