El Mar Menor es una de las mayores lagunas litorales del Mediterráneo (13.500 Ha.) situada en la costa de Murcia y hasta hace bien poco se caracterizaba por unas aguas cristalinas e hipersalinas que lo diferenciaban de otras muchas lagunas litorales europeas de aguas turbias y salobres y de cualquier otro sitio en España.
Hasta hace muy pocos años su funcionamiento básico no había cambiado sustancialmente y estaba basado en la escasez de nutrientes (aguas oligotróficas) que hacían las aguas particularmente transparentes lo que permitía la existencia de comunidades de plantas ancladas en el sedimento lagunar (fitobentos) gracias precisamente a que la luz podía alcanzar su fondo sin problemas (aprox. 7 mtrs.) que contralaban todo su ecosistema a pesar de haber sufrido ataques primero desde la minería de metales, con vertidos masivos al principio y drenaje de las estructuras mineras residuales después, y segundo desde la actividad urbanística necesaria para dotar a ese singular enclave de infraestructuras turísticas (urbanizaciones, playas artificiales y puertos deportivos).
Lo que no pudo ni la minería ni el urbanismo lo ha conseguido, con el tiempo, la huerta murciana, famosa por sus producciones y particularmente importante en la economía de esa CCAA que, desde principios de los 80 con el trasvase Tajo-Segura, ha puesto en regadío la mayor parte del campo de Cartagena hasta alcanzar unas 60.000 Ha., aunque no todas legalmente. Ahora, cada hectárea lagunar sufre la influencia de 4 hectáreas de regadíos intensivos. Los abonos necesarios para éstos, a base de nitratos y fosfatos, terminan de distintas maneras dentro de ese Mar Menor eutrofizando sus aguas (sobreabundancia de nutrientes). Ese proceso, intensificado en las últimas dos décadas, es el que ha roto el equilibrio de la laguna garantizado hasta ahora por los fitobentos que atenuaban dicha eutrofización. Se calcula que un 85% de esos nutrientes tiene origen en la agricultura industrial que “vierte” en torno a 4.000-5.000 Ton. anuales de nitratos a la laguna, nitratos que también están detrás de la plaga de medusas de gran tamaño que sufrió el mar Menor desde finales de los 90. Esa eutrofización crónica mantiene al Mar Menor permanentemente en el límite de la hipóxia (5mg/l de oxígeno disuelto) lo que hace que cualquier variación externa, que antes no tenía efectos significativos, ahora provoque de inmediato crisis anóxicas y mortandades masivas de peces y todo tipo de invertebrados marinos como las que vivimos en estos momentos.
La ruptura se produjo a principios del 2016 cuando el Mar Menor fue incapaz de absorber todos esos nutrientes, especialmente los de las salmueras tras la desalobración de las aguas subterráneas, lo que condujo, gracias a un invierno más cálido de lo normal, a una explosión masiva de fitoplancton que disparó los valores del parámetro clorofila-a provocando que el agua se enturbiara cortando el paso de la luz al fondo de la laguna lo que acabó con el 85% de las comunidades de fitobentos que no fueron capaces de sobrevivir sin luz dando paso a cada vez más frecuentes episodios de anóxia (ausencia de oxígeno) que provocaron la asfixia de la fauna marina. Ese proceso fue el que cambió totalmente el funcionamiento del Mar Menor: ya no estaba controlado por los fitobentos, sino que el fitoplancton es el que metaboliza los nutrientes disponibles enturbiando el agua y dejando sedimentos pútridos que hacen que los fondos, a partir de los 3-4 metros, resulten prácticamente anóxicos.
A esta crisis medioambiental (alteración del ecosistema de la laguna) le ha seguido una crisis turística y económica (al resultar este nuevo Mar Menor mucho menos atractivo para el turismo y los negocios) mientras los gobiernos de Murcia no ha hecho nada, salvo parches ocasionales, mientras trataban de conciliar sus intereses agrícolas (todo el año) con los turísticos (estacionales) optando por dejar hacer a los primeros mientras procrastinaba los segundos hasta que ahora todo ha explotado definitivamente -tras el anticipo que supuso la DANA de 2019- transformando el Mar Menor original, otrora resistente y atractivo, en una laguna tipo Mordor y… ya nadie veranea en Mordor.
Estamos, pues, ante una crisis medioambiental monitorizada a lo largo de los últimos 30 años y respecto de la que nadie ha hecho nada –particularmente los distintos gobiernos autonómicos- por lo que ahora urge tomar medidas para tratar de devolver al Mar Menor el estatus turístico y ecológico que merece desde la perspectiva de que un emporio turístico puede ser mucho más productivo para Murcia y para España que un imperio de las berzas y los berzotas que, a buen seguro, se podría desarrollar en cualquier otro sitio.
Las actuaciones necesarias, en definitiva, van en la siguiente línea:
- Administrativas: Crear una autoridad única para La Manga del Mar Menor que pueda administrar sus auténticas necesidades ya que ahora su administración, incomprensiblemente, está dividida entre Cartagena y San Javier cuyo territorio para más inri compite turísticamente con la propia Manga lo que explica, en parte, su paulatino deterioro no sólo medioambiental.
- Agrícolas: Reducción de las hectáreas de regadío hasta el límite admisible ecológicamente con dos tramos: (i) eliminación de los regadíos ilegales que se cifran en 10.000 Ha. y (ii) traslado del resto a otras ubicaciones lejos de la laguna. Control de los drenajes agrarios para los regadíos que queden en funcionamiento.
- Medioambientales: Eliminación de nutrientes de las aguas a través de biorreactores y humedales para provocar la paulatina recuperación natural del fitobentos.
- Costas: Optimización de las golas de comunicación natural entre el Mar Menor y el Mar Mayor.
Cualquier otra cosa será de nuevo un cuento.