La imposición de controles por parte de la UE en la frontera con Irlanda del Norte (provincia de UK) siguiendo el Protocolo de Irlanda que regula, tras el BREXIT, la única frontera física entre la UE y UK (con la excepción de Gibraltar que tiene su propio acuerdo pendiente, como ya hemos comentado anteriormente en este blog) ha hecho saltar las alarmas de nuevo entre ambos Mercados ya que siguiendo el Acuerdo de Viernes Santo de 1998, que puso fin al sangriento conflicto entre católicos (republicanos que quieren unirse la República de Irlanda y que abogaron por quedarse dentro de la UE) y protestantes (monárquicos que quieren seguir unidos al Reino Unido y abogaron por un BREXIT duro), no puede existir una frontera dura entre el norte y el sur de Irlanda (con controles, verjas, etc…).
Por esa razón, el Acuerdo del BREXIT (31.12.2020) dejó a Irlanda del Norte alineada con la normativa UE precisamente para evitar una frontera dura en la isla, trasladándose la frontera al mar de Irlanda y los controles aduaneros a los puertos norirlandeses. Esos controles, regulados en el Protocolo de Irlanda, son los que están generando problemas y presiones a Londres: muchos comerciantes británicos no quieren operar con Irlanda del Norte porque el coste operativo es mayor mientras los irlandeses protestantes se sienten traicionados por el Gobierno Británico al estar más alineados con la normativa UE que con la propia de UK entendiendo, además, que esto da alas a los católicos a la hora de pedir un referéndum de unificación.
Londres, que nunca ha querido cumplir con dichos controles, extendiendo una y otra vez los periodos de gracia del Protocolo, clama por los problemas internos que la correcta aplicación del mismo le está generando y ha solicitado a Bruselas renegociar el mismo con la intención de mantener únicamente una declaración acerca del destino final de las mercancías: para Irlanda del Norte (UK) o para la República de la Irlanda (UE), de manera que no existan controles para las mercancías que se queden dentro de UK (incluso si no cumplen con los estándares de la UE, marcándolas con una etiqueta de solo para la venta en UK). Bruselas, por su parte, ha propuesto eliminar hasta el 80% de los controles sanitarios y fitosanitarios a los que son sometidas las mercancías que transitan desde UK a Irlanda del Norte, así como reducir a la mitad la burocracia aduanera, empero ni quiere ni puede retirar la supervisión judicial de la aplicación del tratado en Irlanda del Norte por parte del TJUE tal y como recoge el Protocolo de Irlanda.
El Art. 16 del Protocolo permite a cualquiera de las partes adoptar medidas unilaterales si considera que su aplicación está causando “graves dificultades económicas, sociales o ambientales que pueden persistir” o perturbar el comercio y, a la otra parte, tomar “medidas de reequilibrio proporcionales” si no está de acuerdo con esa acción de salvaguarda unilateral por lo que tenemos un lío a la vista que puede acabar con el Acuerdo de Cero Aranceles que supuso el BREXIT. En principio, la aplicación del Art. 16 debería limitarse allí donde existan problemas en términos de regulaciones concretas y no permite la suspensión de todo el Protocolo por preocupaciones políticas. Sin embargo, Londres amenaza con activarlo y cuando empiece la guerra comercial todo puede pasar porque también muchos Estados Miembros de la UE –cansados de los abusos británicos- quieren que se tomen represalias comerciales en el caso de que esta crisis no se pueda resolver consensuadamente.
La UE -siempre blandita- fue muy muy condescendiente con el Reino Unido en el Acuerdo del BREXIT y ahora estamos a las puertas de una nueva crisis provocada por Londres y su negativa a aplicar el Protocolo de Irlanda que firmó al rechazar también quedarse dentro de la Unión Aduanera. Ahora toca plantarse y negociar seriamente con UK -que sólo va a entender la fuerza económica de la UE- en beneficio de todos los ciudadanos de la Unión y en evitación de que Irlanda del Norte se convierta en un coladero de mercancías hacia la UE sin controles de ningún tipo, sólo bajos los buenos auspicios y las inspecciones puntuales de las autoridades británicas, lo que en breve significaría que muchos productos no autorizados por la UE acabaría cruzando la frontera invisible que divide a la isla de Irlanda destrozando lo único que en realidad nos queda en la Unión: el Mercado Único Europeo.