Mientras todo el mundo en España, un país con la pauta de vacunación completa más alta del mundo, se preocupa de la variante Delta o de la variante Omicron, poniendo el grito en el cielo con la vigente sexta ola de la pandemia por el coronavirus chino que, necesariamente por dicha vacunación, nunca podrá ser tan devastadora como las anteriores ya superadas, nadie se preocupa de la verdadera cepa que amenaza a nuestro país, la variante PPSOE, presente en España desde hace 40 años, cada vez más pandémica –sobre todo con el gobierno franquenstein– y para la que, por el momento, no disponemos de ningún tipo de vacuna, ni de nada parecido.
Somos millones de ciudadanos de izquierdas y de derechas los que aspiramos a vivir en una España libre, abierta y justa, confiada en el buen funcionamiento del Estado de Derecho y de todas sus instituciones, confirmando una abierta mayoría que quiere ley, orden y concierto como presupuesto para un futuro mejor. Sin embargo, esta amplia mayoría, dedicada a sus labores, observa con estupor como sus supuestos representantes políticos, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Popular (PP), que aglutinan y grosso modo representan esa mayoría de la que hablo, no cumplen con el mandato popular de los votos que les apoyan respectivamente y se encomiendan, en cuanto llegan al gobierno de la nación, únicamente a las políticas que consideran más favorables para sus intereses partidistas y para su amplia y creciente red clientelar. A la ciudadanía se la deja de lado completamente, salvo para la exacción de impuestos, y los esfuerzos se concentran en la propaganda para ir trabajando pasito a pasito las siguientes elecciones, periodo en el que vuelven a agitar –cada día más—las banderas del pasado y hacen recuento de correligionarios para mantener su –que no nuestro– status quo.
El problema se ha agudizado con la variante PPSOE, una suerte de cepa conjunta con la que la sociedad civil pierde el contrapeso que suponía la alternancia en el poder, entre el PSOE y el PP, de manera que unos y otros eliminaban las propuestas más radicales implementadas por el gobierno anterior consiguiendo de esta forma reequilibrar una política común para todos. Sin embargo, desde su fusión de facto, nadie hace ningún tipo de corrección por lo que la acción continuada de esta nueva forma de gobernar constituye un suma y sigue de radicalidad en la que la actuación de los distintos partidos políticos, con la participación o la aquiescencia de la PPSOE, se sitúa por encima de la Constitución y de la Ley e incluso por encima de las resoluciones judiciales que intentan poner orden en todo este desaguisado mientras el resto de instituciones, también en manos, mediata o inmediatamente, de los partidos políticos, miran para otro lado cuando no colaboran directamente en los abusos de todo tipo que se siguen contra una sociedad civil cada día más indefensa.
No creo en los alarmismos, pero estamos viviendo un final de 2021 en el que se están subvirtiendo los pilares de nuestra Democracia y de nuestro Estado de Derecho de forma y manera que si permitimos con nuestro voto que la PPSOE siga disponiendo de nuestro destino y de nuestra España como le viene en gana, en la mejor tradición de los dictadores caribeños, vamos a acabar directamente en una Dictablanda donde ni nuestra libertad ni nuestra propiedad valdrán nada al margen de la voluntad del gobierno de turno. Todo pasa por renovar nuestro espectro político completamente y romper “la disciplina de voto” que más o menos todo el mundo guarda para votar a cualquier partido político que oferte algo de coherencia y que no haya estado en el gobierno nunca antes, porque todos los partidos que han estado en el gobierno de forma principal o en coalición con otros, ora en el Estado ora en las CCAA, no lo duden, están contaminados. Tengamos esto bien presente para poder erradicar la variante PPSOE de nuestras vidas antes de que acabe con ellas y centremos en ello todos nuestros esfuerzos a partir de ahora. Lo demás, créanme, tiene muy poca importancia.