Hace poco comentábamos en este Blog que mientras no se cambien las Leyes que regulan tanto el Proceso Electoral (la LOREG, LO 5/1985, de 19 de junio, y la Ley Electoral de Castilla y León, Ley CYL 3/1987, de 30 de marzo) como los Partidos Políticos (la LO 6/2002, de 27 de junio) -que la PPSOE guarda a buen recaudo- se mantendrá la desconexión actual entre el mandato del Pueblo, generado a través de los programas políticos que los distintos partidos presentan en las oportunas convocatorias electorales, y la ejecutoria llevada a cabo después por el gobierno de turno. Hasta que todo eso no cambie y la democracia interna que se exige a los partidos políticos (6 CE) no determine la necesidad de unas listas abiertas donde cada ciudadano vote a su representante y no al partido, y éste responda al mandato electoral y no al partido, no se podrá hablar de Democracia en España, sino de Partitocracia.
En este sentido, acabamos de vivir un episodio digno de mención y elogio con ocasión de la votación en el Congreso de la Reforma Laboral en la que, tras la retirada de sus socios franquenstein porque en realidad no se reformaba nada, el gobierno ha tenido que recabar el apoyo de otras fuerzas como Ciudadanos y UPN, que tienen, en principio, programas opuestos. Sin embargo, a la hora de la votación, los dos diputados de UPN, Sergio Sayas y Carlos García Adanero, han decidido votar en conciencia y decir no a la Reforma Laboral, anunciando a renglón seguido que no piensan dimitir porque, al igual que la dirección de UPN no les informó de sus tejes y manejes con el gobierno, ellos tampoco informaron al partido de su decisión.
En este punto, conviene recordar que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado” (1 CE) y que “las Cortes Generales representan al pueblo español” (66 CE) y que “los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo” (67 CE), por lo que cada uno de los 350 Diputados del Congreso representa al Pueblo Español y es depositario de la Soberanía Nacional. Por ello, romper la disciplina de voto de partido cuando se trata de asuntos que van contra el Pueblo y/o contra el ideario político que te llevó a ser elegido como representante del Pueblo en las Cortes Generales no sólo es una opción, sino que se convierte en una obligación. Y eso es lo que han hecho Sergio Sayas y Carlos García Adanero: votar en conciencia, rompiendo la disciplina de partido, respetando a sus electores que siempre deberían estar por encima del partido. Por ello, ambos son dignos de elogio por todos los españoles, independientemente de las ideas políticas, porque frente al partido han decido respetar a su electorado jugándose el puesto y denunciando que en UPN –como en el resto de los partidos políticos donde “el que se mueve no sale en la foto”- se creían “que somos dos botones. Se ha actuado como en una monarquía absolutista» y que “los grupos parlamentarios no toman decisiones, las toman los partidos, pero no soy una tecla, sino un diputado. A mí me pagan para explicar la decisión» (nadie les advirtió del pacto con el PSN para que no se reprobara al alcalde de Pamplona, Enrique Maya, de la coalición electoral Navarra Suma, UPN+PP+CS).
En definitiva, la Constitución establece que los diputados serán “elegidos por sufragio universal, libre, igual, directo y secreto, en los términos que establezca la Ley” (68.1 CE) pero lo más cierto es que, en realidad, eso no se cumple ya que el voto ni es igual ni es directo y la representación nace de 52 circunscripciones electorales, esto es, de las provincias y “las poblaciones de Ceuta y Melilla estarán representadas cada una de ellas por un Diputado. La Ley distribuirá el número total de Diputados, asignando una representación mínima inicial a cada circunscripción y distribuyendo los demás en proporción a la población” (68.2 CE), asignando luego los escaños en cada circunscripción por separado aplicando el “Sistema D´Hondt” que exige a cada partido un umbral electoral del 3% de los votos válidos emitidos en esa circunscripción para optar al reparto de escaños por lo que, al final, las provincias poco pobladas están sobrerrepresentadas (se les asignan más escaños que los que les corresponderían por población) y las muy pobladas infrarrepresentadas por lo que salir elegido diputado no cuesta los mismos votos en cada circunscripción. El colofón a este sistemita electoral periclitado –que pudo tener sentido al inicio de la Transición pero que hoy ya no lo tiene- es que esa “representación proporcional” favorece a los grandes partidos que al final tienen más votos y consiguen asignarse los últimos escaños de cada circunscripción haciendo inútiles los votos a los pequeños partidos que no superan ese 3% y favoreciendo, en definitiva, el bipartidismo de la PPSOE. Por eso no lo cambian. Pero ya hemos visto que los diputados sí que pueden hacerlo. Todo es que se pongan a ello y hagan lo que deben a favor del Pueblo y al margen de los partidos.