Tras el BREXIT llegó el Protocolo de Irlanda que supuso ‘mover’ la frontera al mar y dejar a Irlanda del Norte con un estatus diferente al del resto del UK y más alineada con la normativa europea que con la británica (los detalles los podéis encontrar en estas entradas anteriores: “Acuerdo comercial de cero aranceles para el Brexit”, “Salvar a la UE de las garras de UK” e “histórica eliminación de la verja de Gibraltar”). Eso supuso, lógicamente, el establecimiento de controles aduaneros para que las mercancías provenientes de UK no se ‘colaran’ en el territorio comunitario y, aunque los mismos no se han implementado en su totalidad, están causando muchos problemas, tanto a las empresas como a los consumidores, a uno y otro lado de la frontera (todo es más lento y más caro).
Lo cierto es que la frontera irlandesa se extiende a lo largo de 500 kilómetros en los que aún están frescos los conflictos entre irlandeses y británicos porque, tras el fin de la Guerra de Independencia Irlandesa de 1922, seis condados de la isla han permanecido desde entonces bajo soberanía británica. Esa situación dio lugar al periodo de los ‘troubles’ en los que 3.500 personas perdieron la vida en un sangriento conflicto de 40 años entre católicos, partidarios de la reunificación de Irlanda, y protestantes, partidarios de mantener una Irlanda del Norte al lado de UK. Ese conflicto armado terminó con el Acuerdo de Paz de Viernes Santo de 1998 que determinó que no podría haber de nuevo una ‘frontera dura’ en una isla muy particular, cuyos inmuebles a veces quedan divididos de manera que una parte está en el norte y la otra en el sur, mientras 35.000 personas cruzan la misma a diario a través de más de 200 pasos en los que la única manera de saber si estás a uno u otro lado es comprobar si las señales están en kilómetros o en millas.
En ese contexto, la UE quiere que dicha frontera funcione con normalidad como con el resto de países que circundan la UE. pero el gobierno de Boris Johnson va por libre y acaba de presentar una ley que modifica unilateralmente el Protocolo de Irlanda creando nuevos problemas y dañando las relaciones entre ambas islas. Bruselas ha ofrecido eliminar hasta el 80% de los controles sobre alimentos y el 50% del papeleo, empero Londres dice que el Protocolo de Irlanda no funciona porque está provocando escasez de productos y tensiones políticas entre ambas comunidades, justificando sus decisiones en una supuesta protección de la paz en el Ulster. Las tensiones políticas nacen, en realidad, del reciente triunfo electoral del Sinn Féin (brazo político del IRA) que se ha convertido, por primera vez desde la partición de la isla en 1922, en la formación más votada abriendo el debate para un futuro referéndum de reunificación a lo que los protestantes del DUP han respondido negándose a formar el gobierno de coalición que ambas comunidades deben respetar, por el Acuerdo de Paz de 1998, rechazando desbloquear esta crisis política hasta que se cambien los controles aduaneros.
En definitiva, que la situación política y geográfica de una provincia británica que no llega a los 2M de habitantes complicó en extremo el Acuerdo el BREXIT y ahora sirve de ariete a Londres para provocar una guerra comercial con la que quiere sacarle nuevas concesiones a Bruselas y esto es algo que nunca se debería permitir.