Todos los países que conforman el mundo actual (193) quieren progresar y alcanzar los niveles de bienestar que ven en los países punteros por lo que el mundo va, poco a poco y afortunadamente, occidentalizándose. Ese desarrollo está relacionado con la energía y, ésta, con el medioambiente y relativamente con el clima. Todo esto no es correctamente explicado a la ciudadanía sino que en su lugar se utiliza para alarmar a la opinión pública de, para más inri, los países que menos contaminan con el único objetico de que la clase política y las instituciones que dominan tengan cada vez más recursos bajo su poder. Dicen luchar por el medioambiente y contra el cambio climático pero la situación es muy distinta. Lo más cierto es que, tras 30 años de grandes acuerdos climáticos internacionales (en 1992, se hizo la primera cumbre de países ricos con este tema; en 1997, se firmó el Protocolo de Kioto; en 2015, la Cumbre de París…y estos días la COP-26 en Glasgow), los mismos nunca se han cumplido y, lo más importante, que de haberse cumplido su influencia en la temperatura global del planeta sería inapreciable.
La clave para todo está en la tecnología y en el crecimiento. Sólo una apuesta decidida por el I+D logrará colocar el precio de las energías más limpias por debajo de aquellas que se producen con combustibles fósiles, eliminando estás últimas en términos de coste/beneficio que es como se deben tratar los problemas. Mientras tanto, sólo hay dos remedios reales: la energía nuclear, que es la más limpia, barata y segura de todas, y el gas, que es el combustible fósil más eficiente y menos contaminante (por eso USA apuesta por el fracking como alternativa al carbón que es el combustible fósil menos eficiente y más contaminante). Los paneles solares o los coches eléctricos no son soluciones que influyan de verdad en la contaminación a nivel global. Por eso, porque la tecnología es la clave para un crecimiento más limpio, ahora mismo son los países más pobres y con menor tecnología los que tienen un modelo productivo más contaminante, como China y los países emergentes, que son además las zonas dónde más población se concentra (en 1950 había 3.000M de habitantes en el planeta y en 2050 seremos 9.000M, pero Asia concentra ya el 60% de la población del mundo, África el 22% y el resto se reparte a partes iguales entre Europa, USA e Hispanoamérica con un 7%, aproximadamente, cada uno) con lo que la pelota de la contaminación no está ni en Europa ni en USA.
El crecimiento económico de la mano de la tecnología es la clave para mejorar a todos los niveles como lo indica el nivel de bienestar y de respeto al medioambiente alcanzado ya tanto en Europa como en USA donde el pico de emisiones de CO2 se alcanzó hace décadas y no para de disminuir desde entonces. Basta con viajar a un país pobre o en desarrollo para comprobarlo. Es como un viaje en el tiempo que nos permite entender cómo el crecimiento económico y la tecnología han cambiado el mundo para bien. El problema es que esos países –los más contaminantes- se encuentran a nivel productivo uno o dos siglos por detrás de nosotros y reducir sus emisiones de CO2 sería el equivalente a renunciar a crecer y, claro está, no lo van a hacer. Estamos en una economía globalizada pero no todos los productores están en las mismas condiciones. Y no todos consumen la misma energía. Por ejemplo, la India, que está a punto de superar en población a China, sin embargo, consume menos de un tercio de energía.
El crecimiento, la tecnología, el bienestar y el consumo de energía van de la mano y está calculado que para alcanzar las mejores tasas del mundo (mortalidad infantil <10/1.000; esperanza de vida femenina >80 años e Índice de Desarrollo Humano >0,9) se requiere de un consumo energético de 110 GJ/cápita, empero también está calculado que un consumo mucho mayor de energía no supone una mejora perceptible en la calidad de vida fundamental. En consecuencia, el consumo energético sólo está relacionado linealmente con la calidad de vida durante las primeras etapas del desarrollo y, por ello, los altos niveles de consumo energético de los países más desarrollados (150 GJ/cápita en Japón y en la UE, 230 en Australia, 300 en USA y 385 en Canadá́, en datos de 2015) sólo se explican por el lujo y el despilfarro, ya que sus estándares de calidad de vida son incluso inferiores a los de economías que, como Japón o los principales países de la UE, consumen, per cápita, la mitad de energía. Ahora mismo ese nivel de consumo anual primario de energía por persona está en USA en 260, en Alemania 145, en España 106, en China 101, en India 22 y en África 14 (estando las naciones más pobres por debajo de cinco) mientras esa energía primaria se obtiene, a nivel global, en un 83% de fuentes fósiles, con una reducción acumulada del 4% ¡en 30 años! Existen, por otro lado, países como Francia donde la energía nuclear aporta más del 77%, pero a nivel mundial la nuclear sólo representa el 10,7% de la electricidad mundial (en USA el 20% y en Corea del Sur el 30%). Se aprecia, por tanto, un amplio margen de mejora por esta vía.
En definitiva, que los principales problemas para la descarbonización del planeta y para la eliminación de los residuos de los océanos no están ni en la UE ni en el resto de las economías desarrolladas (los países de la OCDE generan menos del 5% del plástico de los océanos) –que obviamente tienen que seguir trabajando en ello, pero sin presión- porque el auténtico problema de las emisiones y los residuos está en Asia y en África. Los economistas coinciden en que el PIB durante el siglo XXI va a multiplicarse por tres –o más- por lo que la solución real a todos estos problemas está en financiar con ese crecimiento unas fuentes de producción de energía más limpias (apoyados en la nuclear y en el gas fundamentalmente) y unos sistemas de reciclaje más eficientes para hacer de este mundo un mundo mejor y más limpio superando los mantras de que no podemos seguir así porque el Planeta no lo resistirá, cuando lo más cierto es que esa visión, década tras década, siglo tras siglo, se ha visto siempre superada (cada vez hay menos hambre porque el Planeta produce alimentos más y mejor, el petróleo no se acaba, etc…) porque el Planeta es muchísimo más fuerte de lo que nos dicen sin que el hombre, actualmente, pueda causar un daño irreversible a un Planeta que se autorregula como lo ha hecho siempre. Lo demás son cuentos.